Ay vaquita de la granja de Eustaquio, ten cuidado por dónde vas que te estás acercando al bosque encantado.La vaquita lo escuchó, pero siguió su camino. Cuando entró en el bosque, se dio cuenta de que el día tan soleado que hacía se estaba volviendo muy nublado y el prado del cual comía, muy seco.
Ella pensó y pensó en cómo podía arreglar el bosque, cuando llegó a la conclusión de que: si cogía un cortacésped, podría hacer que el prado creciese más fuerte y si cogía una sierra mecánica, el bosque estaría más bonito sin las ramas secas que impedían que la luz del sol entrasen en él.
Ella corrió hasta su granja, cogió todo lo necesario y volvió al bosque. Cuando acabó, se dio cuenta de que el grillo había vuelto a aparecer; aunque esta vez le dijo:
Gracias por haber cuidado tan bien de este bosque encantado. Yo soy su guardián, pero como era muy pequeñito no sabía cómo podía cuidar de mi bosque. Para agradecértelo, te concederé un deseo.La vaquita pensó que como le gustaba tanto el prado y la naturaleza, le pidió que en todas las partes del mundo hubiese muchos árboles donde los animales pudiesen vivir en armonía. Este se lo concedió, pero también le dio un cencerro de oro (como muestra de que era una vaquita muy buena y siempre sería bien recibida en el bosque). Ella aceptó el regalo y se volvió a su granja.
Cuando llegó, fue en busca de su ternerito y le dio un besito de buenas noches. Después se durmieron los dos juntitos, no sin antes coger la mantita en la que ponía - Hogar, dulce hogar - que su dueño Eustaquio tejía para cada uno de sus animalitos.
"Siempre hay que cuidar de la naturaleza que nos rodea, para poder vivir en un mundo más limpio"